viernes, 4 de diciembre de 2009

El hombre que lee

En el autobús lleva el salto de fe de Kierkegaard en el alma. La ciudad cambia de rostro a 60 kilómetros por hora y se detiene en la parada del barrio que muestra la sonrisa de todos los días.
Los versos de Milton lo tienen oyendo a Belcebú, caminando por Las Fuentes y no por la 35, que es la calle de drogos y putas.
Llega temprano a casa, antes que caiga la lluvia de estrellas. Se encierra en la caja negra del cuarto pensando en lo que ha sentido Jonás en las entrañas del pez.
Francisco Bonivento, 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente, en serio Mr.
Me encanta su calle y espero algun dia pasiente su libro. Soy pura curiosidad.