lunes, 28 de diciembre de 2009

viernes, 4 de diciembre de 2009

El hombre que lee

En el autobús lleva el salto de fe de Kierkegaard en el alma. La ciudad cambia de rostro a 60 kilómetros por hora y se detiene en la parada del barrio que muestra la sonrisa de todos los días.
Los versos de Milton lo tienen oyendo a Belcebú, caminando por Las Fuentes y no por la 35, que es la calle de drogos y putas.
Llega temprano a casa, antes que caiga la lluvia de estrellas. Se encierra en la caja negra del cuarto pensando en lo que ha sentido Jonás en las entrañas del pez.
Francisco Bonivento, 2009

Ramos Sucre: Discurso del contemplativo

Amo la paz y la soledad; aspiro a vivir en una casa espaciosa y antigua donde no haya otro ruido que el de una fuente, cuando yo quiera oír su chorro abundante. Ocupará el centro del patio, en medio de los árboles que, para salvar del sol y del viento el sueño de sus aguas, enlazarán las copas gemebundas. Recibiré la única visita de los pájaros que encontrarán descanso en mi refugio silencioso. Ellos divertirán mi sosiego con el vuelo arbitrario y su canto natural; su simpleza de inocentes criaturas disipará en el espíritu la desazón exasperante del rencor, aliviando mi frente el refrigerio del olvido.
La devoción y el estudio me ayudarán a cultivar la austeridad como un asceta, de modo que ni interés humano ni anhelo terrenal estorbará las alas de mi meditación, que en la cima solemne del éxtasis descansarán del sostenido vuelo; y desde allí divisará mi espíritu el ambiguo deslumbramiento de la verdad inalcanzable.
Las novedades y variaciones del mundo llegarán mitigadas al sitio de mi recogimiento, como si las hubiera amortecido una atmósfera pesada. No aceptaré sentimiento enfadoso ni impresión violenta: la luz llegará hasta mí después de perder su fuego en la espesa trama de los árboles; en la distancia acabará el ruido antes que invada mi apaciguado recinto; la oscuridad servirá de resguardo a mi quietud; las cortinas de la sombra circundarán el lago diáfano e imperturbable del silencio.
Yo opondré al vario curso del tiempo la serenidad de la esfinge ante el mar de las arenas africanas. No sacudirán mi equilibrio los días espléndidos de sol, que comunican su ventura de donceles rubios y festivos, ni los opacos días de lluvia que ostentan la ceniza de la penitencia. En esa disposición ecuánime esperaré el momento y afrontaré el misterio de la muerte.
Ella vendrá, en lo más callado de una noche, a sorprenderme junto a la muda fuente. Para aumentar la santidad de mi hora última, vibrará por el aire un beato rumor, como de alados serafines, y un transparente efluvio de consolación bajará del altar del encendido cielo. A mi cadáver sobrará por tardía la atención de los hombres; antes que ellos, habrán cumplido el mejor rito de mis sencillos funerales el beso virginal del aura despertada por la aurora y el revuelo de los pájaros amigos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Virginia Woolf (1882-1941): El asedio de la locura


Mujer hipersensible, que luchó toda su vida contra la locura, por acallar el lenguaje de la enfermedad, que se manifestó a través de las palabras, de las voces que la acechaban, que la perturbaban, que se apoderaron de ella.
He aquí la carta de despedida que dejó a su marido, Leonard Woolf, fechada el 29 de marzo de 1941, día que decidió poner fin a su vida y lanzarse al río Ouse, y morir ahogada.

Querido,
estoy segura que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a recuperarme en esta ocasión. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todo momento todo lo que uno puede ser. No creo que dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. No puedo luchar por más tiempo. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar, y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Cuanto quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte... que todo el mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tú. No queda nada en mí más que la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo. No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.
V. W.

Medardo Ángel Silva y la Generación Decapitada


La influencia directa del modernismo de Rubén Darío y los poetas franceses de final del siglo XIX, en ecuatorianos de los albores del XX, obsesivos de la muerte, oh musa inspiradora, en su poesía melancólica de engalanados versos. “Emperatriz maldita de los negros imperios,¿cuál es la talismánica palabra que te nombra?”, cito para seguir en este curso, tomado de Ofrenda A La Muerte de Medardo, quien precoz en su poesía, se disparó a los veinte o veintiuno. Borja se mató también, Noboa y Fierro a los treinta y tantos; todos ellos suicidados.
Generación Decapitada: He allí el elocuente nombre que la crítica años después le impusiese. Es que estos autores con sus similitudes poéticas, dejaron tantas bellas páginas en la literatura ecuatoriana, cargadas tanto de anhelo, de imposibles, como de tedio, de amor y de muerte. “Y la serena calma de tu mirar florido, que ahoga nuestras almas, exentas de deseo, en un mar de silencio, de quietud y de olvido”.


Danse D’anitra
(Medardo Ángel Silva)

Va ligera, va pálida, va fina,cual si una alada esencia poseyere.Dios mío, esta adorable danzarina,se va a morir, va a morir… se muere.
Tan aérea, tan leve, tan divina,se ignora si danzar o volar quiere;y se torna su cuerpo un ala fina,cual si el soplo de Dios la sostuviere.
Sollozan perla a perla cristalina,las flautas en ambiguo miserere…Las arpas lloran y la guzla trina…¡Sostened a la leve danzarina,porque se va a morir… porque se muere!

Tres versiones de Judas: una mirada diferente del misterio de Judas Iscariote


Tres versiones de Judas; cuento de Jorge Luis Borges, incluido en el libro Artificios, publicado en 1944.

Nils Runeberg, hondamente religioso, miembro de la Unión Evangélica Nacional, publicó en 1904 Kristus och Judas, y en 1909 Den hemlige Frälsaren, en los que se encuentra la clave que descifra un misterio que es central en la teología: la traición de Judas. “No una cosa, todas las cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas”. (De Quincey, 1857. Epígrafe de Kristus och Judas).
De Quincey teorizó que, para forzar a Jesucristo a declarar su divinidad y así encender una vasta rebelión en contra de Roma, Judas tuvo que entregarlo ante el Sanedrín.
“… el más precioso acontecimiento de la historia del mundo”. Esto no fue casual; es un hecho crucial en la redención de la humanidad. El papel de Judas, aunque un tanto superfluo en sí, porque se debe observar que, siendo Jesucristo “un maestro que diariamente practicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol”; a pesar de eso, el hecho está cargado de una elevación metafísica que tiene un lugar privilegiado en el misterio de la redención.
Nils Runeberg dilucida de la siguiente manera el enigma de Judas: “Judas, único entre los apóstoles, intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y a ser huésped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo a Jesús. De ahí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aún más la Reprobación".
Dios se hizo hombre hasta la infamia, y para salvarnos eligió un ínfimo camino: a Judas.

sábado, 25 de julio de 2009

Anne Sexton (1928-1974): Fantasías Suicidas


Poetisa estadounidense galardonada con el Pulitzer en 1967 por su tercer libro de poesía, Vida o Muerte.
La poesía de Anne expone los fantasmas de la autodestrucción, expresando de manera descarnada aquella intimidad corporal y sentimental características de su femineidad, que la obligó a hablar de sí misma, con su propia voz, utilizando a la mujer como tópico central en su poesía, autodescubriéndose a sí misma.
En 1957 conoció a Sylvia Plath en un taller de poesía. Ejercieron ambas una gran influencia en la otra.
Anne Sexton es catalogada como una “poeta confesional” porque ofrece en sus escritos una mirada íntima de la angustia emocional que caracterizó su vida. Su poesía refleja una sensibilidad extrema que rechaza la complacencia o aceptación resignada de las normas vigentes, a través de temas como el incesto y el adulterio.
La larga lucha contra sí misma en centros psiquiátricos, y el pasar incesante del tiempo terminó por mellar la delicada salud mental de Anne. Y un día, después de haber almorzado con su mejor amiga, fue hasta el garaje, encendió el motor de su auto y se suicidó envenenándose con el monóxido de carbono.




Deseando morir
Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no consigo recordar. Camino vestida, sin marcas de ese viaje. Luego la casi innombrable lascivia regresa. Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida. Conozco bien las hojas de hierba que mencionas, los muebles que has puesto al sol. Pero los suicidas poseen un lenguaje especial. Al igual que carpinteros, quieren saber qué herramientas. Nunca preguntan por qué construir. En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez, he poseído al enemigo, comido al enemigo, he aceptado su destreza, su magia. De este modo, grave y pensativa, más tibia que el aceite o el agua, he descansado, babeando por el agujero de mi boca. No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja. Ni siquiera estaban la córnea y la orina sobrante. Los suicidas ya han traicionado el cuerpo. Nacidos sin vida, no siempre mueren, pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulceque incluso los niños mirarían con una sonrisa.¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!que, por sí misma, se convierte en una pasión. Es la muerte un hueso triste, lleno de golpes, se diría, y a pesar de todo ella me espera, año tras año para reparar delicadamente una vieja herida, para liberar mi aliento de su prisión dañina. Balanceándose, así se encuentran a veces los suicidas, rabiosos ante el fruto, una luna inflada, abandonando el pan que confundieron con un beso, dejando la página del libro abierta al azar, algo sin decir, el teléfono descolgado y el amor, lo que quiera que haya sido, una infección.